miércoles, 13 de junio de 2007



Prólogo


Mi nombre es Silvia.

Soy una persona de la tercera edad, ¡pero qué importa la edad!, si edad es tiempo y tiempo es ayer, hoy y mañana, y desde hace un tiempo robándole tiempo al sueño, escribo.

Escribo para dar alas a mi fantasía, tener un bacanal de imaginación, subir a la cima de las montañas, tocar el polvo de estrellas o bajar a lo profundo de la tierra.

Escapar de la rutina, monótona, gris de cada día.

Escribir es dar libertad al pensamiento, crear, idear, modelar como arcilla personajes; amarlos u odiarlos, ser amante, diosa o pordiosera. Nadar entre mundos ajenos donde puedo entrar o salir a mi antojo, sin pudor, sin testigos, sin tapujos.

En mis escritos puedo volar, correr, cantar y hasta morir… si se me antoja.

Garabatear hojas sueltas cuando la lluvia golpea mi ventana y el viento es dúo que canta con el agua.

Cuando la soledad es compañía obligada y la noche es larga y las sábanas están frías, cuando se siente la muerte acompañando la vida y la ilusión yace en un cajón olvidado con viejas cartas de amor desteñidas por los años, cuando falta el aire a los pulmones gastados, los sentidos están vivos, los sentimientos intactos, la imaginación desbordada fluye como manantial, pide con urgencia.

Entonces sólo queda de escape hojas sueltas y un lápiz.




Silvia


Silvia suena a silvestre

aroma fresco

a montaña

hierba agreste del camino

que nadie pisa

que nadie arranca.

Huele a tierra nativa

lirios floridos

a canto de agua.

Escucha la voz del silencio

cuando mi nombre te alcance

no prohíbas mi recuerdo

a tus noches desveladas

deja que mi nombre

te despierte en las mañanas

porque sabe a miel

en los labios

del que me ama.



De Sueño de Trenes

Mueren los Trenes


(Plablo Neruda)


Se quedan soñando en estaciones viejas

ebrias de olvido

sin rumbos, sin ejes, sin rieles, sin caminos.

Mudos actores del pasado

besos anhelantes perdidos bajo sus asientos

sin cantos, sin risas, sin pasajeros.

El viento descansa en los vagones

no corre, volando casas blancas

ni huyen postes atolondrados.

Mueren indefensos, crucificados

con sus vientres de acero enmohecidos

con sus ruedas detenidas

mordidas por el tiempo

hambrientas de lejanías

buscando vías nuevas

donde albergar su duelo.



Naufragio


Como fantasmas invisibles

a los ojos de los hombres

como presagios

cubiertos de alas negras.

Las aguas pasan, corren

fluyentes, como la vida

como ríos de sangre

alimentan las ideas,

libres aladas, conducen

hasta muelles borrachos

de hombres rudos

ebrios de sueños de esperanzas.

Puertos de casas blancas

tejas rojas, sol caliente

donde las uvas nacen como mieles

donde el vino

se añeja en tinajas.

En las cabinas muere el calendario

desgranando historias viejas

sin lograr

atrapar el tiempo en su naufragio.




Ecos


Descendió a lo profundo

a buscar la palabra justa

al fondo de las olas

a lo profundo de las rocas

a las minas, ensangrentadas.

Se elevó a las alturas

hasta abrazar el cielo y la montaña

el viento lo llevó al mar

a las calles, a la barriadas

al hombre asediado

por el pan o el cuchillo.

Arañó sus ojos al grito de libertad.

Lo puso como cáliz

en boca del hambriento

quien lo llevó en lo más profundo.

Alguien escuchó

entre rosas y violines,

el eco llenó su garganta

hasta hacerla su voz.

La voz como relámpago

desgarró sus vestiduras.

Y no bastó una muerte

sino muchas muertes

para renacer la vida

para vivir libres

libres, libres.




Autorretrato


Mujer, madre origen

morena como greda

como barro hecho piedra

como tierra húmeda

de lluvia trasnochada.

Con un sol en el pecho

y un remolino de ideas

en berbecho.

Escapo

de la cárcel de mi mente

navego libre, alada

en la inconciencia feroz

de las palabras

para despertar fantasmas insistentes

que se cuelan en mi cama.

Para ofrecerles versos a mis muertos,

perpetuar las canas de mi madre.

Ya no es mi risa

cascabel despertando mariposas

ni mi piel lirio florecido,

pero aún tengo manos firmes

generosas

y el amor

es siempre manantial.




Viajera


Me sumerjo en el placer de la inconciencia

en el sopor que me acoge,

amorosa como el vientre de mi madre,

como estrella aislada en una nube.

Camino con ojos vacíos

extraviada entre el amor y la nostalgia,

me seduce el silencio del sepulcro,

el olor debajo de la tierra

Al otro lado, manos blancas

me invitan a avanzar hacia la nada,

no siento miedo

las vidas con sus vampiros se bebieron

hasta la última gota de mi sangre,

aquietaron la tempestad de mi cerebro.

Avanzo pegada a la estrella de la muerte

escuchando la risa

de los que me esperan.




El fin de mi tiempo


Cuando llegue la hora del silencio

mis ansias serán

hogueras apagadas.

Cuando tu beso no llegue con el viento

ni mi suspiro a la boca amada

será el fin de mi tiempo,

cuando se calme

el huracán de mi cerebro,

mi cuerpo

será piedra desgastada,

quieta

dormitando eternidad.

La noche eterna

me prestará su velo

para tapar mis huesos

cuando lluvia caiga.

Se apagará

el sol del pensamiento,

mi lápiz agonizará sobre el papel.

Mas mi alma rebelde vivirá

en mis versos

en mis hijas

en mis nietos.

Vagabundearé entre nubes,

la luz cegará mis ojos,

oleré el verde de los pinos,

la sal de los mares

y me elevaré

a escuchar las voces de los que callan

a confesar pecados rojos y blancos,

a buscar

el perdón del Nazareno.



Soledad


Carlos Mondaca 1910


Yo no sé dónde fue a morir mi acento

tembló un instante y se perdió en el viento

un temblor de alas

cantó tu nombre.

Como suspiro de mariposas

lo entrelazó con el mío

lo envolvió en una nube

y lo elevó

para que el viento supiera

que en mi alma te anido.

La soledad se hizo brisa

beso amado

canto, risa, alegría.

El acento cobró vida

tiñó la pluma

cascabeleó en mi oído

tañeron campanas

y se hizo poesía.




Venta de noche


Mariposa nocturna

siempre riendo

revoloteando la noche

pintada de besos

vendedora de amores

trotona sin dueño.

Una noche cualquiera

sepultaste a la niña

embriagada de sueños

cegada de luces

de amor y deseos

y pusiste un candado

al corazón, al miedo.

Nació la mujer

con nalgas, con pechos

coronada de vicios

templo del infierno.

Sus senos blancos, dispuestos

guardan un secreto

esperan el milagro

amamantar un sueño.



Rosas blancas para una amiga


Te creía mi amiga,

me diste vuelta la espalda,

con desconfianzas, que ofenden

y palabras que clavan.

¿Qué hice de malo?

si creí hacer lo mejor

el camino recorrido

no me mostró el error.

Rosas negras

tiñeron de gris el día

y me coronaron de espinas.

Yo te envío

rosas blancas

para alegrar tu vida,

para serenar tu espíritu,

que junto al mío

encuentren calma.

Para que sepas

que la intención fue blanca

para que tengas fe

en la que alguna vez

fue tu amiga.



El amor vive


Vive en mí

como el credo

que acompaña mis sentidos

como el Padre Nuestro

que rezo en las mañanas

algo tan tuyo, tan mío, tan nuestro.

Tenías las manos llenas de caricias

palomas blancas

cautivas en tu mirada.

Amé tus manos

tu pelo, tu boca

dormido, desnudo

cubierto de besos

de rocío de arena, de lluvia.

Caminé la vida de tu mano

fui reina, mendiga, virgen, sacerdotisa

vino, pan amor y cólera

pasión y agua.

Hoy tus sueños

son dos cuencas vacías

pero aún escucho tu voz

como campanas.

Con las serenidad

madura de los años vives en mí

en mi piel, en mi boca, en mis manos

en mis recuerdos, para mí sagrados

tu magia ilumina día a día

y tu hechizo

es mi razón de vida.



Tal Vez


Tal vez nos encontremos

en el final del tiempo

cuando el calendario

no traiga primaveras

y la aurora sea sólo

pintura desteñida.

Tal vez nos encontremos

en el tiempo de mis sombras

cuando tu nombre no llegue

como sol al pensamiento

cuando tu cuerpo no logre

meterse entre mis sábanas

o nuestra pasión sea sólo

un recuerdo vago.

Tal vez nos encontremos

cuando mi mente divague

y mis ideas vuelen

como hojas otoñales

y el viento las haga

danzar en el espacio

cuando mis labios

sólo entonen las plegarias,

tal vez nos encontremos

el día de la resurrección.




Tierra mía


Tuve hambre

me diste de comer

comí de tus frutos, de tu espíritu

tuve frío, me arropaste

y la noche se hizo terciopelo.

Tengo vida

después de tantas vidas

entre tanta tierra muerta

entre tantos bosques mudos

entre tanto pedregal dormido.

Y corro

con alegría alborotada

entre cordillera y mar

entre selvas y desiertos.

El cóndor me presta

alas doradas

y mis alas y mis poemas

se adormecen en los Andes.

Tierra, tierra mía

soy tu hija

voz de mis antepasados

para continuar su lucha

de Lautaro, de mapuches

de campesinos y de poetas

de nichos

esperando por mi muerte

para darme la nobleza

del descanso.



Viaje de placer


Una alfombra mágica me eleva

sobre un horizonte

de celeste y rosa.

Mi pelo al viento

y las pupilas colmadas de asombro.

Viajo libre, alada

un gigante de ramas verdes

me acoge,

como pájaro en su nido, me cobija.

Desciendo

detrás de una puerta

me esperan,

un corazón

unos brazos en cruz

me entregan

todo el amor y la paz del mundo.

Me inundo de luz

es la fortaleza

que necesito para volver

para enfrentar

mi vivir día a día.




Momentos felices


Como ovillitos de lana

en mis entrañas las tejí,

dormiditas esperaron

el milagro de la vida.

Fueron mi sol

en cristal y magia

el hechizo de esos días.

Las amamanté con mi pecho,

les di calor con mi piel,

se atragantaban golosas

con mi leche, con mi miel,

el momento más querido

cuando las vi nacer.

Mis tres hijas,

mis tres rosas,

lirios blancos florecidos,

mi ventana a la esperanza,

la razón para existir,

mi raíz, mi aire, mi voz.

Las quiero con egoísmo

no se los voy a decir,

que ni el buen DIOS

se entere

que me hacen

tan feliz.



Niño antes de la lluvia


Camina despacio, rumbo a su colegio, aún es temprano y su destino está cerca.

Siente el aire tibio en su rostro, presagio de lluvia, lo aspira fuerte, con ansias, añorando ese otro aire, el de su tierra, allá en el sur, donde la lluvia es dueña y señora del paisaje, donde es compañía obligada del invierno y a veces la visita del verano. Pero allá la lluvia es diferente, si casi no moja, resbala por su cara, se pasea por sus ropas para llegar al suelo a alimentar los bosques, las hierbas y los sueños de los que plantan.

Cómo no añorar su compañía en las tardes de pichangas con sus amigos, donde el barro no importaba, cuando gritaban el gooool a todo campo y esos bosques fragantes a copihues y eucaliptus donde se internaban como manada a buscar piñones y callampas. Claro que tenían que reconocer las comestibles ¡había tanto verde, tanto campo, tanta libertad!

Hoy estaba atrapado en esta selva de cemento llena de smog, bullicio y obligaciones. Divisó la puerta de su colegio, tímidas gotas de lluvia lo acogieron para que fuera más leve su añoranza.

Caminaba lento

aspirando fuerte el aire

viento tibio

anunciador de lluvia.

Lluvia añorada

regalo del cielo que moja su cara

baja por sus piernas

y baila en las charcas.

Compañía de noches

cuando la noche es larga

y los duendes y piratas

se suben a su cama.

Camina sin prisa

inocente el alma

esperando la lluvia

para que cante en su ventana.